¿Se acuerdan de Peri? Mi amiga Esperanza, la del culo triste. Sí, aquella que se fue a Cuba a hacerse un implante de pompis para que le pudieran leer el futuro, lo cual les conté en este mismo espacio hace unos meses (en el blog de jul 27/2017). Pues resulta que no solo se puso fambeco en la isla, sino que consiguió allá quien se lo calentara en sus noches de cuarentona solitaria, y le dio tan fuerte que hasta quiso repatriarse. Pero la política pudo más que el amor, y mi querida Peri se quedó vestida y alborotada. Sobre todo ésto último, pues a su edad, Cupido le puede haber dado un último flechazo. Mi amiga estaba perdidamente enamorada de un efebo cubano que la había transportado de ida y vuelta al paraíso, montada en un camello M1 rosado, como el que va de Alamar a la Plaza de la Robolución. Hay cosas que halan mas que cuatro carretas, y me dio la impresión que el amante habanero de mi amiga estaba bien pertrechado para hacerla feliz. Al punto de querer ella regresar a la cárcel de donde salió. En la cárcel de su amor se quiso enjaular Peri y por poco pierde amor, pandero y corazón.
–Adonde el corazón se inclina, el pie camina – me respondió Peri cuando le objeté la locura del regreso. Decididamente, estaba enamorada. Pero mi amiga es de ideas fijas. Antes de su aventura nalgatoria, traté de disuadirla de que se hiciera su implante en Miami, pero ella se empeñó en que un trasero modelado en su terruño natal sería más auténtico que los que anuncia Susana Pérez en My Cosmetic Surgery. Vaya, que un fondillo Made in Cuba tendría el aroma del tabaco de Vueltabajo, la altivez del Pico Turquino y la sandunga de Juana Bacallao.
No sé si les conté que a Peri lo que Dios le dio por el frente se lo restó por detrás. Pero así anduvo toda su vida, hasta el día en que necesitó de unas posaderas decentes para que un rumpólogo de Hialeah le leyera el futuro. Pepe el Mago, se llama el tal rumpólogo, y desde hace 10 años ejerce el noble arte de leer el pandero en un rinconcito de la 27 West, al lado del bar Las Cuevas de Bellamar.
–Cuarenta y tantos años caminando por el mundo sin nalgas ha sido un atentado a la cordura, por eso me voy a Cuba a ponerme culo nuevo –recuerdo me dijo Peri en aquella oportunidad, mientras nos tomábamos una taza de café cubano en la terraza de su apartamento de El Doral.
Por mucho que le dije que en Tijuana podría hacerse la misma operación por menos dinero, sólo con cruzar la frontera por San Diego, Peri se empeñó en que la remodelación de su trastienda tenía que ser en Cuba, donde hasta certificado de autenticidad te daban por hacerte un nalgatorio tipo Mulata de Tropicana.
–¿Estas loco? ¿En México? -soltó alarmada -¡Mijo, si allí le hicieron picadillo de mondongo el fondillo a la Alejandra Guzmán! ¡Prefiero hacerme las nalgas con el Doctor Cemento!
Le quise explicar que eso fue un caso aislado, pues los médicos mexicanos son unos profesionales a todo dar, capaces de modelar pompis gloriosas como las de Pilar Montenegro, Galilea Montijo y la Talía, pero ella me respondió que le urgía un trasero rumboso, que se estremeciera con el repiquetear de un quinto y un bongó, y no uno que empezara a dar brinquitos de mole poblano cuando escuchara a los Tigres del Norte o a la Arrolladora Banda El Limón.
El caso es que Peri se fue a la isla y le hicieron su implante en una clínica del reparto Siboney, que atiende solo a extranjeros, y a cubanos del exilio con suficiente dinero para darse el gusto de convertirse en transformers. O en transexuales, que en lo de cambio de sexo también andan adelantados los galenos isleños, aunque no se le da mucha publicidad al asunto no sea que un dia a los gays de Mariela les de por arriar la enseña monoestrellada para izar la bandera del arco iris creada por Gilbert Baker con retazos de tela de su abuela.
Para no hacer largo el cuento, les diré que Peri se fue a la patria del Havana Club y las camisetas de a cinco dólares con la imagen del Ché Guevara y allí, sin muchos contratiempos, obtuvo su fondillo nuevo. En una foto que me mandó por Instagram se le ve parada de perfill en el muro del malecón, mientras el sol se pone lentamente sobre el promontorio de unas nalgas a lo Tongolele o Niurka Marcos, y ella sonríe feliz, abrazada a un negrón de seis pies, camiseta deportiva y dentadura impoluta en la que brilla con desparpajo un canino de oro. El amor de su vida, y la causa de que Peri quiera “virar pa’trás”, la frase más derrotista de un exiliado cubano.
–Era mi enfermero, y me enamoró con esa cancion de Buenafé: Nalgas 2015 -me confiesa al vernos por casualidad en el Miami Airport, ella de regreso de Cuba, yo en viaje a Panamá. -Muy romantico que es, cuando me canta al oído aquello de “son tus nalgas dos joyas del baile, lírica del tacto, poemas escritos por natura en braile, etc, etc”.
Poco después de esta conversación, me topé con Yeyo, un sicólogo amigo, quien me explicó que Esperanza no había podido desprenderse de su “mochila sicológica”. Mucha gente que llega de Cuba sigue cargando en esa mochila hábitos, costumbres y añoranzas que lastran su adaptación al nuevo país. Emigrar puede ser enriquecedor para algunas personas, pero para otras puede representar una crísis vital porque hay que adaptarse de una manera rápida a un nuevo idioma, una nueva cultura y patrones sociales y de conducta diferentes.
—Es lo que nosotros los psicólogos llamamos el estres aculturativo, que se produce por el cambio y abandono de los referentes culturales – me aclara Yeyo, haciendo hincapié en la P de psicólogo.
Pero ese no es el caso de Peri, quien ya está más que acroquetada en Miami, donde ha vivido los últimos 15 de sus 40 años de vida.
Una nube de nostalgia quiebra la voz de Peri cuando me cuenta el gran fracaso de su repatriación. Ella, sencillamente, no cumplía uno de los tres requisitos que el régimen cubano exige para regresar.
–Ya tenía una vivienda en Cuba, que había comprado con mis ahorritos, y había demostrado ante notario que poseía recursos monetarios para sostenerme por mi misma hasta que encontrara trabajo, pero me jodieron en el primer punto, ese que dice “no haber participado en actividades hostiles contra Cuba” -aclara mi amiga.
Una foto que alguien tomó de Peri frente a La Carreta, mostrando el dedo índice a un retrato del Difunto en Jefe cuando se dio a conocer la noticia de que se había convertido en cenizas y la gente salió a la calle a celebrar, fue la prueba incriminatoria por la que le negaron la repatriación. Aún en Miami, ella sigue insistiendo en repetir lo que le dijo al seguroso que la planchó:
-¡Que no coño! No era el dedo. Era una croqueta de las que vende Felipe Valls en La Carreta.
Hoy anda desesperada por Miami, añorando a su negrón. Los amigos le decimos que desmaye esa talla, que se olvide del asunto y busque novio de este lado, ahora que tiene maletero de estreno. Pero mi amiga Esperanza es de esa gente que se empeña en buscar la felicidad en el mismo lugar donde la perdió.
Pablo de Jesús
Los Angeles, California
Nov 19/2018
Comments