Les voy a confesar algo que no lo sabe ni mi propia esposa. Ella cree que me fuí de Cuba porque ya estaba hasta los mismísimos colgantes de aquella Cosa. Pero en realidad, me monté en la balsa con mis socios de tragos, Cocuyo y Vengandó, en busca de la junta para la olla arrocera china que nos dio el comandante. Cuando salimos de Guanabo, aprovechando una noche de apagón, mis dos compañeros de aventura venían soñando en cadillacs, hamburgesas y dólares en las matas. Pero yo no. Yo sólo buscaba una junta para que a Nena no se le pasmara más el arroz ni sufriera llorando por los rincones cagándose en la mamá de los chinitos que hacen las ollas, y en la del que se las compró. Cierto que nos habían inscrito en una lista para cuando llegaran los repuestos, pero estábamos tan en el fondo que si seguíamos esperando nos nacerían matas de aguacates entre las nalgas. Así decía Nena.
A fin de reunir el dinero para conseguir tantas juntas como cupieran en un gusano, hice muchos trabajos en Mayami: abrí hoyos en el cementerio de la calle Flagger y vendí pan con lechón en los portales de La Pelota. También estuve un tiempo deliverando carpetas y poniendo windos en Mayami Bich. Desde Cuba, Nena me alentaba con telegramas cifrados: “Sigue juntando. Acá, ni por asomo”. Estaba clarito como el agua que mi querida consorte me pedía que comprara más juntas, para toda la vida, y que allá seguían desaparecidas, por lo que mantuve vigente mi tarea hasta que pude reunir un buen puñado de las benditas gomitas. Entonces, llamé a mi esposa -gracias a una tarjeta Cubacel de 20 dólares- y con la alegría más grande del mundo le dije al telefóno: “Ya resolví las juntas, regreso pronto”. Creía que iba a gritar de contento, pero el silencio que se hizo del otro lado se podía cortar con un machete mellado. “Aló, aló”, grité desesperado, creyendo se había caído la comunicación y o que la gente de Cubacel me habían jodido otra vez, hasta que mi esposa respondió con su acostumbrado vozarrón: “¡Pero Mamerto! (en confianza mis amigos me llaman Merto) ¿tu eres bobo o te haces? Lo que te estoy diciendo es que sigas juntando dinero para reclamarme y que aquí ni te asomes”.
Ustedes pensarán que soy un tanto despistado, pero yo me considero más bien un tipo previsor, de esos que guardan pan para mayo y maloja para su caballo. Bueno, es un refrán, porque en Cuba con un pancito diario no se puede guardar mucho, y el único caballo que conozco está tan viejo y depauperado que ni el mismo Simón Diaz se tomaría el trabajo de componerle una melodía. Y eso que existe la moringa. Tengo tal afan acaparador, que hasta mi esposa lo reconoce cuando me dice: “Mamerto, el dia que repartieron la bobería, tu fuiste con dos cubos, y además te llenaste los bolsillos”.
El caso es que, juntando, reclamé a Nena y ahora vivimos en una casita en Jaialía (¿así se escribe?), cuyo enganche pude dar gracias a que vendí las juntas arroceras a esa gente que visita a Cuba o envía encomiendas por CubaPaquetes.com. Sólo una cosa me reconcome, pero no se lo he dicho a Nena para no buscarme otro titingó. Me preocupa que no terminé de pagar la deuda de 5.000 pesos por el refrigerador chino que me dieron a cambio de entregar el viejo Westinjause que había sido de mi abuela. Aunque era del año de la corneta, el frio trabajaba al palo. La nevera china era marca Haier pero Nena le decía Lloviznita, porque se descongelaba sóla a cada rato.
Pero una noticia fresca que he leído en Cubanet ha despertado la nostalgia por mi querido pueblito. Tanto, que estoy pensando en regresar. Acá se las copio textual:
“MAYABEQUE, Cuba.- En la mañana de este viernes quedó oficialmente inaugurado el nuevo punto Wi-fi de Bejucal, tras varios meses de trabas burocráticas y gestiones en la búsqueda de un local que cumpliera las condiciones impuestas por ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba) para albergar sus equipos. Por fin los internautas del municipio, famoso por sus Charangas, tendrán acceso a Internet con los precios del monopolio cubano. El nuevo punto Wi-fi cuenta con dos routers situados en el tejado de la Casa de la cultura. Uno operando en la banda de los 2,4 GHz y otro en la banda de los 5 GHz, con una capacidad de hasta 99 usuarios cada uno. Permite una asignación de un megabit por usuario, según funcionarios de ETECSA.”
Imagino como debe estar el pueblo de revuelto. Ya veo a Chencho, Juanito Calamidad, Watusi, Bartolo Huevogrande, Manzanilla y todos mis compañeros de trabajo en el club Blumer Perdido del reparto El Sapo -donde este servidor servía las percas de cervezas a granel-, sentados en los bancos del parque para comunicarse con su familia en Mayami, Jaialía, Kendal y Brawar gracias a eso que se llama Wi-fi. No es que yo sea muy ducho en nuevas tecnologías, pero pienso que un aparatico con nombre parecido a peo de señorita fina tiene que ser algo muy bueno cuando se forma tanto revuelo. Si estuviera en el pueblo, iría con mi jabita a recoger el megabit que me toca.
Ahora mismo estoy pateando Miami para comprar todos los Wi-fi que pueda a ver si los revendo en Cuba y saco un dinerito para mudarme de este Jaialía lleno de mosquitos y de cubanos brutos.
Si se enteran por ahí quien quiere comprar juntas de olla arrocera me avisan. O cambiarlas por los Wi-fis esos.
Mamerto de Jesús
Jaialía Oct 2/2016
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