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  • Pablo Socorro


LOS GATOS CASTRADOS

Harto de que los ratones me saquearan la despensa, un dia decidí buscar un gato. Fue un proceso acumulativo de frustraciones lo que me llevó a tal decisión. Hubo muchos mininos dispuestos a la tarea: gatos marrulleros, gatos pandilleros, algunos cabilderos y muchos parlanchines, pero yo buscaba un gato especial, que tuviera todas esas cualidades, y otras más. Un gato que se impusiera al desorden existente, antes de que mi casa se fuera a la ruina por tanto ladronzuelo suelto y tanto abuso. Un dia lo encontré. Era un gato bastardo, aventurero, barbado y egocéntrico, dado a largas parrafadas y experto en engatusar ratones. Su mayor virtud era la capacidad de camuflarse para engañar a los incautos.

Los primeros meses nuestras relaciones fueron cordiales. El gato me respetaba porque yo le había abierto las puertas de mi casa, con el convencimiento de que se acabarían las fechorías de los roedores que esquilmaban mi vivienda.

El Gato con Barbas puso en marcha ingeniosos trucos para atrapar ratas y ratones, tal como decir que su gobierno era de nosotros y para nosotros, regular los alimentos y fingirse el muerto a cada rato para ver el entierro que le hacían. Así que me llené de esperanzas y le di toda la autoridad para que arreglara el desvalijo de mi hacienda.

En efecto, a los pocos dias los ratones dejaron de robar las provisiones. Muchos salieron huyendo y otros se llamaron a capítulo y decidieron esperar a ver cuánto duraba en el cargo ese gato marrullero. A cada rato, un guayabito delicuente recibía pasaporte al otro mundo, pero el Gato nos decía que era necesario para regar el árbol de la verdadera independencia. Después daba largos discursos, y se mesaba la barba cuando explicaba con paciencia cómo llegaríamos a un sistema donde no habría ratones corruptos ni ladrones. Yo, al principio, lo apoyé con entusiasmo, y hasta le eché porras cada vez que llevaba un grupo de revoltosos a pagar por sus pecados.

Cuando los ratones comenzaron a escasear, el gato cambió de táctica. Mantenía vivos a sus cautivos, sobreviviendo con lo apenas, y cada vez que un gato extranjero venía de visita, le daba dos o tres rehenes de regalo, o los intercambiaba por otros gatos con fama de narco-guerrilleros.

El gato fue ganando poder, y se rodeó de otros mininos avezados en palizas. Mi ex gato agarró tantas ínfulas, que olvidó quien le había colocado en ese puesto de líder absoluto. Entonces comenzó a tratarme como a uno de esos ratones de los que yo quería deshacerme. Cuando protesté, expropió mi casa, me encerró en la jaula junto con los roedores castigados. Los mismos que antes yo odiaba, me miraban con desprecio y lástima, pero nunca me atacaron.

El Gato con Barbas envió a otros gatos a que me apalearean. Redujo mi comida, amenazó con fusilarme, y cuando creyó que ya estaba doblegado, me dejó salir, pero siempre vigilado. Para ese entonces, yo era un ratoncito más. Siempre temeroso, con la mirada huidiza, esperando que en cualquier momento me partiera el espinazo.

Nunca entendí bien porque siempre andaba a las greñas con los gatos del vecino, y les culpaba de todas nuestras privaciones. Hasta un dia en que enfermó y en su lugar puso a su hermano, el Gato con Botas, que un dia nos sorprendió con el anuncio de que ahora los gatos del vecino eran nuestros amigos más cercanos.

Cuando el Gato Negro del vecino nos visitó, los guayabitos tuvimos que saludar y venerar como un profeta a ese minino que maullaba en tan extraño idioma. El Gato Negro y su familia se pasearon por la que fue mi casa, bailaron bajo la lluvia con los paraguas abiertos para que nuestra mierda no les salpicara, y después de unas declaraciones en que nos alentaba a romper los barrotes de la jaula, dijo adiós y regresó a su casa. Después llegaron los Cat Stones y cantaron aquello de Satisfaction y el Gato Botas nos puso a gritar como desaforados para olvidar las penas.

Y aquí estoy yo, buscando la forma de escapar de mi propia jaula sin que los Gatros Castrados se enteren, porque de un zarpazo me pueden partir el espinazo.

Pablo de Jesús.
Marzo 21/2016

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