Me gusta el primer traguito de café en las mañanas, sentir como el sol se asoma en mi ventana y me llena la mirada de un hermoso amanecer, dice una canción popular. Y yo soy de ese 89% de la población mundial que si no toman el café de la mañana no se despiertan del todo. Ando todo el dia como un zombi, aunque creo que ésta no es la mejor comparación. Si me cuesta levantarme de la cama cada mañana, imagínense lo que será levantarme de la tumba. Hay personas que se toman el café a la hora de acostarse, por eso andan todo el dia como lelos, con el idiota sentado en el hombro izquierdo y el comemierda en el derecho.
Los amantes del café somos una cofradía. Podemos compartir un cafecito sazonado con una animada conversación, y hasta disfrutar un chiste verde, aunque estemos en un velorio. Un velorio sin café es un entierro sin muerto. Al contrario de los amantes del te, que son más refinados y gustan de chistes intelectuales. Los grandes dictadores del mundo tomaban té. El té es una infusión de las hojas y brotes de una planta llamada Camellia sinensis. Su sabor es fresco, ligeramente amargo y astringente, lo cual es agradable para mucha gente. Y se sabe lo amargo y astringente que son los dictadores. Yo conocí a uno que era fanático al té de moringa. Le dio tanto a la moringa que un dia se convirtió en ñinga. Si tienen dudas de lo que es la ñinga guguleen en wikipedia. Y entenderán por qué lo enterraron dentro de una piedra.
Según una encuesta realizada en 2015, el 82% de los americanos tomamos café diariamente (a los que desconfían de las encuestas les diré que los encuestadores tomaban té). Una persona promedio consume 2,1 tazas por día. Además, la cantidad de café que una persona bebe tiende a aumentar con la edad. Esto significa que los tembas como yo estamos bebiendo más café que nunca. Ya no me basta el de la mañana, sino que necesito el de la tarde, por la simple lógica de que si el matutino es para ver salir el sol, el vespertino es para despedirlo. Si el de la mañana me llena la mirada de un hermoso amanecer, el de la tarde completa mi espíritu para un feliz anochecer.
Estudios médicos destacan que hay ciertos efectos observables que el café tiene en nuestro cuerpo y mente. Vamos echar un vistazo a lo que le sucede a tu cuerpo después de terminar de beber una taza de café, según los expertos. Apenas 10 minutos después de beberlo, la cafeína del café ha comenzado a entrar en tu torrente sanguíneo, aumentando tu ritmo cardíaco y en consecuencia, tu presión arterial. Uno 20 minutos después de beber te sientes más en estado de alerta. Tu cerebro “nublado” ha desaparecido y puedes pensar con más claridad que antes. Ahora eres capaz de resolver mejor los problemas. Además, la cafeína te hace estar menos cansado previniendo a los receptores de tu cerebro de recibir adenosina. El café, por lo tanto, elimina artificialmente tus sentimientos de somnolencia. A los 30 minutos, tu cuerpo comienza a producir más adrenalina de lo normal. Al dilatar tus pupilas, tu visión se vuelve más nítida. A los 40 minutos comienzas a sentirte de mejor humor, gracias a un aumento de la serotonina en tu cuerpo. Esto también aumenta tu fuerza muscular durante un tiempo, porque la serotonina mejora la funcionalidad de tus neuronas motoras.
Cuatro horas después de beber la primera taza de café del día, las células del cuerpo están liberando energía más rápido de lo normal. Esto estimula los ácidos del estómago, aumentando la velocidad de la digestión. Tu cuerpo también está quemando la grasa tanto si haces ejercicio como si no. Pero las malas noticias llegan a las seis horas después de beberlo. La cafeína comienza a tener un efecto diurético. Vas al baño más veces, pero no estás simplemente expulsando el agua. Tu cuerpo también está purgando vitaminas y minerales vitales. En casos raros esto conduce a trastornos del metabolismo del calcio.
Eso dicen los expertos, pero la verdad es que si no fuera por la taza de café que me acabo de tomar en casa de mi sobrina Leonor, no pudiera escribir esta crónica dominguera. Ella lo hace como a mi me gusta . Fuerte, negro y con su punto justo de azúcar. Me lo sirve en un tacita pequeña y un platillo que coloco en la mesita de mi abdomen, dejando que el humito y el olor de la infusión penetre en mis fosas nasales y me traiga recuerdos felices. Trabajo me costó que Leo me diera la taza con platillo, pero luego vio su utilidad práctica: la taza con platillo sobre mi panza bonachona, me permite hablar gesticulando con las manos, como hacemos los cubanos.
Es cierto mi querida sobrina que lo que importa no es la taza con platillo, sino el contenido. La taza no añade calidad al café. En este caso la vida es el café. La taza es solo la herramienta para contener la vida. A veces por fijarnos solo en la taza dejamos de disfrutar del café que la vida nos pone por delante. Mi viejo me dio una lección de vida que nunca olvido. Siendo yo un imberbe de 11 años fuímos a visitar a una pareja de ancianos campesinos que vivían apenas con lo necesario. La señora, como es típico entre la gente del campo, enseguida nos ofreció café. Para mi asombro, la infusión llegó en una guira pequeña, a la que le habían colocado un asa de alambre. Yo, viendo que aquellos ancianos desdentados tomaban en guiras similares, me llevé la guira a la boca por la parte más pegada al asa. Pensé que por ley de probabilidades era el lugar menos usado, hasta que la señora dijo con gran alegría: “¡Mire usted, si el muchacho toma por el mismo lado de la guira que yo!”. Paré de beber, y casi iba a escupir el café cuando mi padre dijo: “pues que casualidad Doña Fela, el siempre lo toma por ahí”, y me sostuvo su mirada quebrantahuesos hasta que tomé el último buchito de aquel café carretero. Todavía recuerdo su sabor; Pero aprendí que la gente más feliz no es la que más tiene, sino la que sabe sacar mejor provecho a lo que tiene. Ya sea una taza o una guira, porque lo que importa es el café.
Pablo De Jesús
Dic 17/2017
Tampa, Florida
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