Fue el gran filósofo cubano Gorki Aguila quien dijo la sabia frase de “A mi no me gusta la política, pero yo le gusto a ella compañero”. El director de la banda de rock punk Porno para Ricado lo tenía claro cuando se sacó este tema esquizofrénico. A los cubanos en realidad los que nos gusta es la jodedera y lo divertido que resulta ponerse a discutir de un tema en el que tenemos Licenciatura, Maestría y Doctorado.
Y lo he comprobado a raíz de haber dado a conocer mi membresía en el partido republicano. Se han suscitado tantas pasiones de uno y otro bando, que he decidido tomar un break para descansar las neuronas políticas y ver si de aquí a noviembre puedo tomar la decisión más acertada en las venideras elecciones.
No más crónicas políticas. No más posts políticos. No más miercolinas cargadas de políticas. Dejaré que prevalezca el buena gente sobre el republicano, y me retiraré por un tiempo de la política en Facebook.
Decía mi socio Aristóteles (el bodeguero, no el filósofo griego) que “el hombre es el más animal de los políticos”. Aristo, como le decían en el barrio, te soltaba esos refranes desopilantes, mientras que con la mano derecha apuntaba en la libreta cinco onzas de café y con la izquierda te rebañaba dos onzitas para después vendertelas de contrabando.
No andaba lejos el bodeguero de lo que dijo ese otro gran pensador, Aristóteles, quien afirmó que “el hombre y el animal, por naturaleza, son sociales, pero sólo el hombre es político, siempre y cuando viva en comunidad”. Adelantadito el griego, pues en ésta comunidad de Facebook abundan por igual los animales políticos que los políticos animales.
Aristóteles fue un verdadero polímata, porque lo mismo ejercía de filósofo, que de lógico y científico. Los cubanos, para no ser menos, tenemos también a nuestro polímato privado. Un merolico de las ideas que se sienta en Punto Cero a disfrutar de nuestras divergencias políticas.
Y esto es lo último que es escribo de política.
Me dedicaré desde ahora, y por todo el mes de agosto, a hablar de deportes, de los Juegos Olímpicos, de las bellezas de Rio de Janeiro, las playas Copacabana e Ipanema, la caipirinha y el Cristo Redentor del Corcovado -una de las siete maravillas del mundo moderno-, el teleférico que sube al Morro Pan de Azúcar y las mujeres brasileñas que a diario desafían la ley de gravedad con su esteatopigia maravillosa.
Estaré tan entretenido cayéndole atrás a cuánta pelota me pase por delante, que me olvidaré de la política.
Prometo no hablarles de lo enredada que está la pita en Brasil tras la destitución de la presidenta Dilma Rousseff o los trapos sucios de Lula y sus seguidores. Tampoco de la terrible deuda económica y social que dejarán estos Juegos en un país convulso y endeudado con su propio pueblo.
Escribiré con placer de esos héroes anónimos que no saldrán en las noticias, pero que harán placentera nuestra estancia en la Cidade Maravilhosa. La chica que nos hará el café en la esquina del hotel, los voluntarios de los Juegos, la señora que limpia los pasillos del Centro de Prensa, el chofer del taxi devenido guía turístico. De esa gente que hace grande a Brasil, más allá de la política y los políticos.
Hasta la vista baby, como dijo ese gran republicano, el Gobernator Schwarzenegger.
No lo puedo evitar. Se me sale el animal político
¡Cómo yo le gusto a la política, compañeros!
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Pablo de Jesús
Los Angeles 31/7/2016
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