El 18 de diciembre de 2014 escribí mi primera crónica en Facebook, a propósito de las anunciadas relaciones Cuba-EEUU. Un día después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el dictador de Cuba, el General Vasito de Leche, anunciaran el restablecimiento de relaciones. Justo el Día de San Lázaro, santo milagroso al que pedimos nos proteja de un mal que ha durado 60 años, o al menos nos cure las llagas del alma. No sé si fue azar del destino, coincidencia o travesura del Viejo Lachy que mi libro HABLAR EN CUBANO se presentara en vísperas de su celebración. Como no puedo ir a Hialeah a prenderle una vela, reedito la crónica de entonces.
VIEJO LÁZARO, CURA LAS LLAGAS DE MI CUBA
¿Tendrá impacto en la vida cotidiana del cubano la normalización de relaciones con Estados Unidos?
Ya lo creo que sí.
Al menos por un tiempo se acabarán las marchas combatientes y las tribunas antimperialistas frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Y descansarán del calvito machacón que les regaña a diario desde la mesa retonta. Tal vez hasta eliminen el día de haber para las Milicias de Tropas Territoriales. Todo es posible, ahora que el antiguo enemigo deviene en amigo más cercano.
Hemos vivido 55 años con el corazón en la boca, abriendo trincheras de todo tipo -ideológicas, virtuales y reales-, en espera de una invasión Yanque que sólo nos llegó en botellas de Coca Cola importadas de Canadá.
En 1989, cuando la Unión Soviética empezaba a desmerengarse, el dinosáurico Carlos Rafael Rodríguez fue enviado a China con la misión de buscar otro paragua protector. Pero el viejo dirigente regresó sólo con un montón de bicicletas chinas y un consejo: “el mejor amigo, es tu vecino más cercano”. Un cuarto de siglo después, se constata la sabiduría milenaria de los mandarines comunistas.
A fin de cuentas, China y Viet Nam, enemigos declarados de Estados Unidos en un pasado con miles de muertos compartidos, dejaron a un lado la ideología para priorizar el comercio. Y hoy están ganando la guerra asimétrica con manufacturas y productos hechos con mano de obra barata y sin derecho a huelgas. Bienvenido “Made in Cuba” a los Sedanos de Miami y a los Liborios de Los Ángeles.
El anuncio de Obama sorprendió a todos: Ofendió a unos y alegró a otros. Pero cualquier observador atento hubiera colegido que cuando el rio suena, es porque Cuba cambió su cauce. Hace un año, en una de sus últimas apariciones públicas en televisión, sentado en su término a causa de una extirpación de trigémino, Fidel Castro soltó las muletas y el bastón para lanzar este anatema: “todo el mundo estudiaba inglés menos nosotros que estudiábamos ruso. Hay que aprender inglés, porque el español no lo habla casi nadie”.
Cuando “estudiábamos ruso” Yanque era una mala palabra, los Beatles un boleto seguro a la excomunión social, y nos sabíamos de memoria los nombres de todos los presidentes estadounidenses, de tanto mentarles la madre. La mala noticia ahora es que, para el 2050, Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo, según el Instituto Cervantes. ¿Qué idioma hablarán los cubanos para esa fecha?
Al terminar su alocución en la que anunciaba las relaciones, Raúl Castro no se despidió con el tremebundo “Patria o Muerte Venceremos” de su hermano, y que ha sido el coco de cada día de varias generaciones de cubanos. Lo hizo con un sencillo y seco “Muchas Gracias”, pero vestido con su uniforme de general. Para los “cubanólogos” de Miami estas son señales. Para los cubanos de aquí y de allá (y de acullá, que hay un montón de gente en acullá) esto es un batido de esperanza y desengaño.
Vivir de esperanzas es el deporte preferido de los cubanos. Lo practicamos a diario. Lo mismo los del exilio que los del insilio. Por eso hacemos procesiones y promesas al Lazareto del Rincón y al que hemos clonado en Hialeah: Milagroso San Lázaro, abre los caminos a ver si salimos de este muerto verde, o al menos, cuadra con tu amiga Santa Bárbara para que ella como Yemayá, permita a los cubanos viajar con sus sueños hacia el norte sobre una mar tranquila.
Con el pesimismo de otros engaños, y el optimismo de nuevas ilusiones, en mi próxima visita a Miami me sentaré frente a Lachy, con éste corazón atravesado por una palma, y le pediré: Viejo Lázaro, cura las llagas de mi Cuba.
17 diciembre 2014
Las Vegas, Nevada
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