Vivimos tiempos cabrones. Si es que cabrón sirve para definir lo que está pasando en nuestra sociedad. Un cabrón puede ser un mamífero rumiante ovino, macho, que trepa con facilidad por terrenos escarpados; algunas especies tienen cuernos, y son fácilmente domesticables. O también un hombre casado con una mujer que le es infiel, especialmente si consiente en el adulterio de ésta. Pues hay otra especie de cabrones que utilizan las redes sociales para dar cornadas a diestra y siniestra, bajando la testuz y embistiendo a cuantos piensen diferentes, ya sean de derecha o izquierda, que cuando el trapo es rojo no importa por donde te lo muestren.
Tiempos de tormentas en las redes sociales y tiempos de borrascas en nuestra sociedad. Nadie duda que desde el 9/11 Estados Unidos ya no es el mismo. El país se ha fraccionado entre liberales de izquierda y conservadores de derecha. Dicen que Trump ha sido el causante del tsunami. Pero yo digo que todo empezó a engendrarse con el derrumbe de las Torres Gemelas, cuando empezamos a buscar culpables y nos metimos en una guerra que revolvió el avispero árabe y el mundo conocido ya no fue más el mismo. En cierta forma, el difunto Osama bin Laden nos ganó la pelea, cuando nos puso a temblar y a depender de los medios de prensa para saber si estábamos a salvo del próximo bombazo. Y algunos de estos medios se han aprovechado del terror para subir los ratings, polarizando más aún a una sociedad ya bastante molesta con el desempeño de sus políticos tradicionales. Hablando en buen cubano: nos estamos dejando cohetear por un pequeño grupo de “pensadores” sin matices, cada vez más partidistas y cada dia menos objetivos. Por suerte, quedan profesionales mesurados que ven los tonos grises, aunque a veces parecen navegar contra corriente.
La gente da por cierto todo lo que sale por la pequeña pantalla, ya sea del tv o la computadora, y luego dale a discutir y ofender al que piense diferente. “Lo dijo la televisión”, argumentan, y me recuerdan a Cuba, cuando mi vecina Fefa en Miramar me aseguraba que ahora si tendríamos comida porque se había sobrecumplido el plan de recogidas de tubérculos según el noticiero de TV. Pero la realidad es que en la calle la yuca seguía a tres trozos. Dinamiteros de la cordura, les llamo a estos publicistas sin salario.
Resulta imperdonable ver a cubanos residentes o naturalizados caer en este juego de demócratas contra republicanos. El mismo que tenían en Cuba con el gobierno comunista: estas conmigo o contra mí. Lo cual demuestra que somos animales de costumbres. ¿A que viene fajarnos entre nosotros? Miren la película desde el principio: Los de abajo, halándonos las greñas y aguantando las cagadas de las gallinas que están más arriba en el árbol, esos inquilinos del penthause social que al final terminan arreglando sus diferencias, porque para algo son la clase élite. ¿O se olvidan que hasta ayer los Trump y los Clinton eran uña y carne?.
Lo admito. Trump no es facil. En las casi tres semanas que lleva en la presidencia, ha levantado más ronchas que el casquivano de Bill Clinton, el insulso de George Bush y el salsero Barack Obama. Lo mas escandaloso de Donald Trump no es su estilo de ordeno y mando. Lo terrible, lo insoportable, lo que tiene cacareando a toda la clase política tradicional, es que el nuevo Presidente de Estados Unidos está cumpliendo a rajatabla las promesas de campaña, aunque a base de decretos.
La gestión de Trump ha sido como la de esos boxeadores a los que llaman fajadores, porque no dan ni piden tregua, y sólo buscan el triunfo por nocáut. Y hablando claro, lo prefiero a eso estilistas que bailan el ring político queriendo ganar por puntos y al final uno sale de la función sintiendo que perdió su dinero. Como nos pasó con el Míster Obama, que nos hablaba de libertad y derechos humanos y al final se fue a Cuba a darse la lengua con la tiranía más añeja y salvaje del hemisferio occidental.
Las opiniones que se vierten en este Facebook son un muestrario representativo de la sensibilidad política de los tiempos que corren. Opinar es gratis, pero formarse un juicio y avalarlo con argumentos y datos ya cuesta algo más. Hoy, opinar sin pisar callos es como caminar descalzo sobre carbones encendidos.
Sé que, después de colgar ésta nota en mi muro, perderé otra oleada de “amigos”. Pero me sentiré como ese burro que iba cargado de sal y se tiró al rio para aliviar la carga. Me irrita ver como se come tanta catibía discurseando desde uno u otro bando, en vez de aprovechar el tiempo para tratar de meternos en la cabeza eso de que el respeto al derecho ajeno es la paz. O al menos, hagamos el esfuerzo.
Pablo de Jesús
Feb/8/2017
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