Confieso que soy un romántico empedernido. Tanto, que hago críticas de arte por amor al arte.
Debo aclarar que en mi otra vida de periodista de la familia en Cuba, lo mismo escribía de una asamblea de producción porcina que de Las Sílfides con la prima ballerina Loipa Araújo. Fue precisamente Nara, la hermana de Loipa, quien me introdujo en el mundo de la crítica de arte. Al caerle de paracaída en el Departamento de Extensión Universitaria de la UH que ella regentaba, no tuvo más remedio que apechugar conmigo en vez del solicitado Pompeyo Pino Pichs, mi compañero de estudios, devenido historiador del Ballet Nacional de Cuba y más tarde camarlengo de Alicia Alonso. Nara era dulce y paciente, justo lo que se necesitaba para domar a un joven que escribió su primera crónica de ballet como si fuera un partido de los Industriales, y luego se quedó escribiendo partidos de los Industriales como si fueran crónicas de ballet.
Si algo aprendí entonces, es que todo crítico de arte que se respete, primero debe darle vuelta a la noria antes de entrar en materia. Hablar de lo humano y lo divino para ser creíble, y dejarle en claro al lector que toda cuestion tiene dos puntos de vista: el equivocado y el tuyo como crítico.
Reconozco que no soy un crítico de la gran escena. No publico en Pen Club, ni en Neo Club Press, otroLunes de Amir Valle y mucho menos en el Neorrabioso del incognito Batania. Si acaso, Raysa White Más me hace el favor algunas veces en Akerudigital o Carlitos Cuban Texan cuelga mis notas en La Crónica USA.
Creo que soy el único crítico en el mundo que compra los libros para hacer reseñas, y a veces sin leerlos. Pero todas son placenteras, porque no es cosa de hacerse enemigos por amor al arte…ro pensamiento de decir lo que realmente pienso.
Hoy les quiero hablar de un libro profundo. Un libro casi religioso si no fuera porque el autor, pese a llamarse Pablo, es un total descreído cuando escribe cosas como ésta: “No es lo mismo una hermana en el jardín del Eden a que le den a una hermana en el jardín”.
Me refiero a Sentencias Píblicas, escritas por Pible bajo el sello de la Editorial Alta Guara de Balsa de Lona (una editorial con un único libro editado, éste). Un libro que el autor pagó de su bolsillo, y con la rara virtud de hacernos reir de primera lectura, de reflexionar en una segunda, y de querer devolvérselo al autor en la tercera. Para que lo siga vendiendo apegado a la premisa de la página 99: “Cualquier idiota es capaz de escribir un libro. Pero sólo un genio es capaz de venderlo”.
Y nadie con más ingenio que Pible para vendernos gato por libra. Lo hace cada semana desde el canal de tv que mejor le pague, o el club que más salidas de auxilio tenga, por si tiene que salir corriendo.
La obra pibliana de 122 hojas -más dos folios en blanco para que ud. escriba lo que le venga en gana-, es irreverente como el borrachito Pánfilo cuando le pega al ron; espinosa tal cactus mexicano; ocurrente cual cómico de la lengua. Es una obra que refleja de pies a cabeza al autor, un tipo que ha encontrado la forma de vivir del cuento a la sombra de un eterno jipi, un saco del baúl de los recuerdos, y una agudeza mental no apta para gente con poco sentido del humor.
Pero no se confundan. Detrás de cada una de las 467 sentencias píblicas -me demoré más en contarlas que en leerlas- hay un hombre de gran erudición y mente tan chispeante como fosforera irrellenable. Lo que en televisión parece improvisación, no es más que muchos años de entrenamiento para ganarse el pan con el pudor de su lengua. Tampoco se puede hacer humor sin amor, y nuestro autor derrocha tanto afecto que es capaz de sacar frases como ésta: “Sea solidario; masturbe a un manco”.
El Pible es una firma registrada de ingenio y cubanía. Fiel exponente del choteo criollo, su humor esconde el dolor de los inmigrantes a los que le ha sido vetado regresar a su país, porque su crítica corrosiva es capaz de perforar la armadura de solemnidad conque se viste la censura.
Pero advertencia. Este es un libro para adultos mentales y no para las mentes adúlteras. Aquellos que llegaron tarde al banquete de la ironía, mejor que se lean las obras completas de Kim il Sunsun o las Reflexiones de Armando Guerra. Al menos morirán cagados de la risa en lugares donde el único papel sanitario a mano es el Granma de mañana o el Rodong Sinmun de ayer.
Les recomiendo que lean Sentencias Píblicas hasta el final, incluida la letra pequeña, que como cagarraruta de ratón aparece en la contracarátula, la que gracias a una lipa (eso que sirve para agrandar los objetos) me enteré de esta advertencia tardía del Pible: “usted puede devolver el libro, incluso aunque no lo haya leído. Pero lo que si no tiene es ninguna posibilidad de que yo le devuelva su dinero. Luego no diga que no le avisé a tiempo”.
Para ordenar el libro póngase en contacto con el autor en cualquiera de las cinco páginas que tiene en Facebook. Y si no, búsquelo en el restaurante Casa Panza en Miami, donde además de presentarse cada noche, tiene un “part time” de pinche de cocina para las ocasiones en que los espectadores abundan por su ausencia.
Pablo de Jesús
Los Angeles Jul 6/2016
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