Soy un viejo retirado o un retirado viejo (el orden de los factores no altera para nada los dolores de hueso) que en vez de quedarme tranquilo en mi casa cuidando las flores, haciendo los mandados a la bodega a ver si vino el aceite o el pancito (ya ven cuán viejo soy que se me olvida donde estoy) o recogiendo la mierda de mi perro, me la paso metido en las redes sociales buscándome broncas. Lo mismo me suenan un MeEncanta que un MeEnfada cuando suelto una de las mías. E igual, lo mismo arranco una lágrima de MeEntristece que una carcajada de MeDivierte cuando me da por ser poético o chistoso. A veces me frustra que Facebook no tenga emoticones para MeEmociona o MeEncabrona, dos estadíos del alma que se quedan en la noria de los sentimientos no digitalizados.
Son esos, los dos estados en que me muevo cuando escribo, y de ahí que a veces me salgan textos que van de lo sublime a lo cotidianamente ridículo. Y es que yo escribo lo que soy y soy lo que escribo: unas veces sentimental y otras sarcástico. Hace poco fui invitado a un programa de televisión en el que me calificaron de “influencer” y “fenómeno de las redes sociales”. Si no es porque el presentador es mi socio, ahí mismo le hubiera dicho que yo no influyo ni en mi perro Fenris y lo único de fenómeno en mi persona es esta barriga a prueba de dietas y tecitos para limpiar el cuerpo.
Lo cierto es que todavía no he tomado el asunto de la escritura muy en serio. A pesar de que no me ha ido tan mal con mi primer libro, “Hablar en Cubano”. Mis lectores -que son más amigos que lectores- me salvaron de la bancarrota total a la que me tenía avocado la Editorial con la que tuve la mala fortuna de tener mi primera criatura artística en este país. El hijo no me salió chueco porque ya tenía un público que lo esperaba.
Muchos autores rehúyen hablar del tema comercial en este asunto de la autopublicación. Es toda una aventura hacia lo desconocido invertir dinero, esfuerzo, y entusiasmo en un libro. Lo más probable que el 99% de los que nos lanzamos sin paracaídas -sin una Editorial seria que costee los gastos- a publicar lo que escribimos, terminemos escachados contra el piso de la decepción. Solo unos pocos viven de lo que da la pluma, como Stephen King, Danielle Steele, George Martin (“Game of Thrones” J.K. Rowling (Harry Potter), Suzanne Collins (Los Juegos del Hambre), Mario Vargas Llosa y otros elegidos. El resto, tenemos más fé en nuestra obra que un gordo tomando Herbalife.
Pero muchos somos optimistas por naturaleza. Esperamos siempre por el milagro de que nuestra obra enganche al lector. Somos como el tipo que pasó un curso de paracaidismo y le explicaron que si 20 segundos después de haberse tirado no se le abre el paracaídas principal, que no se preocupara porque 10 segundos más tarde se le desplegaría el secundario. Pero si ese fallara también, tampoco tenía que alarmarse. Solo debía halar el gancho del auxiliar que llevaba al frente y listo. Estaba a salvo. Cuando llegara a tierra habría un camión esperando para llevarlo a la base. El tipo se tiró y no se le abrió ninguno de los paracaídas. Entonces, con tremenda flema se dijo: “Ahora lo único que falta es que no esté el camión allá abajo”.
A mí me pasó algo parecido. Los tres paracaídas de la Editorial no se abrieron al no cumplir con el plazo establecido para entregarme los 120 libros pactados -y ya cobrados- y terminé comprando otra vez los libros que ya había pagado para poder llevar algunos a la presentación del pasado 15 de diciembre en el Festival Vista de Miami. Por suerte, en tierra había no un camión, sino decenas brazos amigos que con su afecto hicieron que el aterrizaje no fuera tan doloroso. Al menos pude sacar para la gasolina del viaje de ida y vuelta a la Ciudad del Sol. Pero me dio una pena inmensa tener que vender mi obra a mayor precio del que hubiera querido, a fin de llegara a más personas. Por eso agradezco hasta lo infinito el esfuerzo que muchos de mis lectores han hecho por adquirir el libro. Confieso que he regalado unos cuantos a personas que tienen demasiado mes al final del salario o la pensión. Muchos de ellos, compañeros de viaje en este tren de la tercera edad.
En compensación, prometo a todos los que han comprado “Hablar en Cubano”, que obtendrán gratis la versión Kindle de mi próximo libro, ya en preparación.
Les hablo de esto para que cuando vean a uno de esos autores que se autopublican -somos la gran mayoría- pìensen en todo el esfuerzo económico que han tenido que hacer para darle vida a cada libro. Aunque para todo artista es más importante la realización intelectual y la acogida de su obra, lo cortés no quita lo valiente. Que no solo de verbo vive el hombre. También hay que comprar leche, carne, frijoles, pagar la renta y los biles (y malvados).
Hoy es Dia de Reyes y mi regalo para ustedes es un abrazo grande. Para todo lo demás, está Mastercard, gracias a la cual pude Hablar en Cubano.
©Pablo De Jesús
Enero 6/2019
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