Los cubanos debemos hacerle un monumento al Huevo. Y cada vez que lo escribamos debemos hacerlo en mayúscula, con respeto y veneración, porque el huevo nos ha permitido sobrevivir como especie.
A huevo pelado de un quijote en carabelas, nuestra isla caimán se coló en los mapas. A huevo limpio, nuestros ancestros españoles colonizaron la isla, y a huevo nuestros parientes africanos ayudaron a concebirla. También, a huevo le arrebatamos la independencia a España y comenzamos a hacer una República, imperfecta, algo sucia, pero nuestra. Por huevones dejamos que unos gángsteres y mal nacidos la fueran arruinando, para ponérsela en las manos, como fruta madura, al hombre que nos puso de rodillas a adorar al huevo, y a sus huevos.
El huevo es símbolo de la ideosincracia del cubano. Es sinónimo de choteo (burla), irreverencia y humor. Si alguien está enamorado de otra persona, los cubanos decimos: “ese huevo quiere sal”. Cuando se habla de un tipo que aunque le castiguen, sigue cometiendo los mismos pecados, se dice con cierto retintín de escepticismo: “perro huevero, aunque le quemen el hocico sigue robando huevos”. Para expresar que algo no le importa, el cubano dice “me roza un huevo”. Si alguien nos molesta mucho, no decimos “me tienes harto”, sino: “me tienes los huevos pelaos”. Y cuando nos llevan al extremo soltamos “¡me tienes hasta los huevos!”. También, si queremos decir que ese hombre es muy valiente, o un atorrante acomodado, decimos “Fulanito tiene los huevos más grande que Maceo”.
Pero sin dudas, el huevo, como insulto, alcanzó la categoría máxima cuando el Mariel, aquella fuga en masa hacia Miami, que protagonizaron 125.000 cubanos en 1980, tratando de huir de un régimen de huevo duro. Aquellos que “traicionaban” la confianza del Huevo en Jefe eran objeto de mítines de repudio de parte de sus propios vecinos, que dia y noche lanzaban huevos a sus casas, y muchas veces a sus cabezas. El huevo llegó a convertirse en la nueva arma de la Revolución. Una década después, con el derrumbe del campo socialista, aquellos “traidores” regresaron como “traidólares”, y se tomaron venganza al visitar sus antiguos barrios con paquetes de huevos en las manos para regalar a sus ex vecinos. Y lo peor fue, que la mayoría de aquellos furibundos tomaron los huevos y hasta dieron las gracias.
El huevo se ha convertido en la única fuente de proteínas garantizada para los cubanos, que le llaman “salvavidas”. Con seis huevos al mes, al menos tienen garantizado un cuarto de huevo diario. Es tan importante, que tiene una hoja para él solito en la libreta de abastecimiento cubana, ese engendro que es la quintaesencia del sistema socialista. La carne, el pollo y el pescado están los tres en la misma hoja, y hasta les sobra espacio. Cada vez que en Cuba me sentaba a la mesa frente a un plato de arroz blanco, huevos fritos y platanitos maduros fritos, me acordaba de mi abuela Clara, dueña de una Fonda en el paradero de la ruta 43 en la Lisa. “Comidita de puta”, decía mi abuela cuando servía ese plato a las meretrices que pululaban por la terminal, en busca de algún guaguero a quien alivianarle los huevos.
Cuba, más que una isla, es un libro de récord Guinnes. Por tener, hemos tenido desde una vaca Ubre Blanca que daba ella solita más leche que todas las Holstein holandesas, y hasta una Gallina que puso el huevo más grande del mundo.
No es joda. Un cable de Prensa Latina fechado el 8 de julio de 2008 da cuenta que “una gallina cubana puso un huevo de 171 gramos, considerado el más grande del mundo y probable Record Guinnes, de ser homologado”.
“La campeona supera en 31 gramos la marca nacional impuesta en el 2004 por una gallina criolla de la oriental ciudad de las Tunas que murió en el intento al poner un huevo de 148 gramos”, añade la nota.
La nueva recordista cubana, que salió viva del intento, según escribe con alegría el periodista, “también superó en un gramo a una plumífera de Lanzarote, España, actualmente registrada en el libro británico con un huevo de 170 gramos, logrado en noviembre del pasado año”. Como se ve, de nuestros ancestros españoles heredamos la magnitud del huevo.
El Súper Huevo de la nueva heroína cubana fue expuesto al público en el lobby del canal Solvisión, de Guantánamo. Los malidicentes cuentan que la gallinita salerosa le pegó los tarros al gallo guantanamero con un avestruz donado por Evo Morales. En realidad, la Gallina del Guaso ha demostradoo tener los huevos bien puestos, aunque el culo le quedó para el desguace. No se sabe en cual mesa terminó el Super Huevo, pero sí de más de un guantanamero loco que quiso romperlo a martillazos.
Ahora que dicen se están arreglando las cosas en Cuba, voy a poner una huevería en la isla. La llamaré El Huevo Libre y venderé cada postura a cinco centavos, y no acepto chavitos o CUC. Dólares por medio, que por algo estamos en pleno capitalismo caníbal. Pero mis huevos serán diferentes. Vendrán pintados de colores para que la gente los tire en el mural que de seguro pondrán en la Plaza de la Revolución con las caras de todos los desgraciados que tienen al pueblo mantenido a puro huevo. Desde el Primero, hasta el Segundo, y de ahí para allá toda la parentela, incluyendo algunos invitados como Lenin, Marx, Engels, Fray Beto, Ramonet, Pablo Iglesias, Chávez, y los Tres Chiflados de Bolivia, Nicaragua y Ecuador. A Maduro y Cabello no los incluyo, porque ese es otro de mis negocios, el de vender bolsitas de mierda para tirar.
En El Huevo Libre usted podrá adquirir huevos rojos con una hoz y un martillo, huevitos pintados de rojo y negro con un 26 en el medio, y huevos verdeolivos con figuritas pintadas de comandante y de general. Y con el dinero recaudado voy a hacer un monumento al Huevo Más Culeco que ha dado Cuba. Para después darme el gusto de romperlo a mandarriazos. Ese Huevo.
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