Yo no nací en el Mediterráneo. Nací a la orilla de un rio esmirriadito, lleno de guajacones y ranas lustrosas, que le daban nombre a mi reparto de El Sapo, allá en un pueblito de campo. Pero me hubiera gustado nacer en el Mediterráneo, al igual que el cantante ese que tanto le gusta a Nena, mi esposa. El español con cara de jodedor que canta la canción de Renélope; esa en que a una muchacha se le paró el reloj en la estación del tren esperando por el milagroso regreso de su novio. Dice Nena que lo mismo pasa en Cuba. El reloj ahí, parado, y la gente esperando que pase un milagro, y no pasa nada. Ni René ni Lope. A mi, en realidad, no me gustaba esa canción. Había que meterle mucho coco para entenderla. Yo soy más de la cuerda de Pello el Afrokán, Tata Guines, Los Tambores de Bejucal, Dan Den, los Papines y Juana Bacallao. Recuerdo una vez que ella fue a cantar a los carnavales de mi aldea y formó tremenda bronca porque no le querían pagar lo convenido. Allí mismo se quitó la peluca, y dando dos taconazos en el piso dijo: ¡”Yo soy Juana La Cubana y a mi hay que tocarme el caimito!”. Nada de cuento, que lo vi yo, Mamerto Casasola, quien les habla.
Pero me desvié del tema. Nena siempre me está peleando por eso. Decía yo, que me hubiera gustado haber nacido en el Mediterráneo y no en El Sapo. Me habría pasado todo el tiempo comiendo frituras de bacalao y pescadillas. O paseando en uno de esos yates de lujo, como el del hijo del comandante cuando anda haciendo revolución por esos mares de Dios. Los envidiosos todavía están hablando cáscaras con esa foto en la que se ve al muchachito tomando sol con un vasito de ron en la mano y un Cohiba como los que se fumaba su papá cuando le metía miedo al coco yanque. Hoy no puede, fumarse esas aldabas, el pobrecito. Aunque dice mi amigo Guayo, que fue su cocinero y vive aquí mismo en Jomste, que a escondidas del médico todavía se dispara sus brevitas de moringa. También había unas compañeras ahí en el yate, seguro que unas unas federadas que estaban para asegurar el caimito diario del Hijito De. Entre nosotros, las compañeras estaban muy buenas. En mala hora se me ocurrió decirle ésto a Nena, pues hace tres dias me está aplicando el castigo del pez: en las noches, cuando yo quiero retozar, ella se vira de espaldas, y nada.
Raulito Manzanilla, que antes de trabajar conmigo en la pipa de cerveza era lector de tabaquería, un tipo leído y escriturado, dice con tremenda mala leche que el Nene Moringuita es un plaiboi. Yo, la verdad que nunca le he visto encuero en las revistas que tengo escondidas en el garaje, para esos dias en que a Nena le da por salir nadando.
De verdad que no entiendo tanto revuelo con el tren de vida que llevan los cuadros en mi país, los hijos de los cuadros, y los hijos de los hijos, que de tanta buena vida ya estos últimos salen redonditos. Nena dice que no hable basura, que en Cuba sólo hay dos tipos de gente: los diri-gentes y los indi-gentes, y que mi país es este, Miami, donde me dejan hablar lo que yo quiera, sin que me entren a palos o me boten de la cafetería donde trabajo. Esa que está en Flagger, ahí estoy para servirles. También me pelea para que quite la banderita cubana que tengo enganchada del espejo retrovisor de mi transporteichon. Y el San Lázaro y la Caridad del Cobre que están pegados con cola loca a la pizarra del carro, pero esos si no los quito ni a matao. Ella está rabiosa porque quiere poner el muñequito de Jilary Clinton que compró en el pulguero, pero yo le digo en jodedera que no hay cama pa tanta gente. Cada vez que se lo digo, ella nada, y el pescao se aleja más y más. Para acabar la discusión, pegué calcomanías en la defensa trasera: Trump a la derecha, y Jilari a la izquierda. Nena me preguntó si esa había sid idea mía o me la habían dado, y le respondó que tan despistado no soy, digo yo.
Me volví a desviar del tema. Estábamos en el tren de vida de los diri-gentes de mi islita. Pienso que los compañeros cuadros se merecen ciertas comodidades porque se joden mucho para romper ese bloqueo yanquee. Si con el comandante la economía cubana se colocó al borde del abismo, debido a la mierda que nos hicieron los rusos al dejarnos colgando de la brocha, ahora con el general, se ha dado un paso alante. El caso es que los cuadros cubanos se sacrifican en largas reuniones en Varadero, Cayo Coco y otros lugares a los que es lógico no puedan ir libremente los cubanos pataetierra, porque si no no podrían trabajar con tranquilidad. Los cuadros, me refiero, porque los cubanos, de trabajar ni se diga. A mi entender, hemos regresado al tiempo de la colonia. Después que acabamos con los indios, ahora estamos de nuevo llenando la isla de inditos carniprietos para que terminen las obras que los cubanos no quieren hacer. Cuando le participé a Nena de esta profunda reflexión mía, de mi propia propiedad, ella me salió conque cualquiera de esos “inditos” de la India ganaba cinco veces más que el obrero cubano, y en dólares. Yo cierro el pico, pero pienso que eso demuestra una gran nobleza del gobierno cubano, siempre preocupado por los pobres de otras tierras.
Estas cosas las comparto con ustedes, mis amigos de Feizbu, pero no me atrevo a decirlas en el Versailles no vaya a ser que me pasen por arriba la aplanadora de Vigilia Mambisa, como hicieron con los disquitos del pobre Juanes. Tan bueno ese Juanito que se vistió de paloma blanca para ir a Cuba a hacerle un concierto a la paz y mira lo que resultó: que al final la paz que se logró fue la de su país, Colombia. ¡Y todavía le dan el premio Novel ese a Santos. Hay que ser ciegos para no vel que los verdaderos merecedores de ese premio son el comandante, el general, y Timochenko, ese guerrillero que a decir de Nena “donde pone el ojo pone la droga”.
No tengo remedio. Cada vez que me inspiro pierdo el hilo. Decía que yo, incluso, aplaudo a aquellos que en el colmo del sacrificio vienen a Mayami a romper el bloqueo. Dirigentes, músicos, poetas, peloteros y escribidores, todos merecen una medalla por el sólo hecho de regresar a la isla con sus maletas repletas de pacotilla, supongo que para donar a círculos infantiles o comedores obreros. Cuando le digo estas cosas a Nena, ella me mira con una cara que asusta, mueve la cabeza y suelta: “¡Ay Mamerto! Cada dia más comemierda”. Yo me callo para no prender más la candela, pero una cosa que nunca le he dicho es que cuando vivíamos en El Sapo, tenía mi mandarria escondida en el patio esperando a ver si algún dia me llamaban para romper el bloqueo ese. Le iba a caer con tal fuerza, que el jugo de naranja iba a estar sato para que el pobre Descemer Bueno pudiera brindarle a sus visitas en La Habana, y la pasta de diente a montones para que al primo del regatonero Osmani García no se le caigan más los dientes, el probrecito.
Por eso digo que me hubiera gustado nacer en el Mediterráneo y no en El Sapo. ¿Ustedes calculan cuántos mandarriazos podría darle yo al bloqueo yanki desde uno de esos chiringuitos en las playas de Barcelona? Entre pescadillas y chorizos, un mandarriazo.
Mamerto De Jesús
Oct/2016
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