Las elecciones en Estados Unidos se han convertido en un concurso de belleza. Se vota por el menos feo y no por el más capaz. No importa que su cabeza esté tan vacía de ideas como anaquel de mercado venezolano. Igual los medios de prensa santifican el proceso jugando a una imparcialidad tan falsa como cadena de regatonero. Votar en los venideros comicios es casi un acto de heroísmo. Si eres fan de Trump, te entran a huevazos. Si eres fanático de Clinton, prometen colgarte del puente de Brooklyn cuando suenen las trompetas del triunfo. Los extremistas de una y otra cuerda pululan metiendo miedo, y me recuerdan la película que dejé en Cuba. Uno vive en angustia permanente por temor al escarnio público y a un futuro tenebroso. Como cuando tiene diarrea y le dan ganas de aventarse un gas.
Clinton y Trump son distorsiones de una realidad política que roza el sainete. Candidatos del descontento, sus discursos de campaña tienen más hojarascas que semillas. Se han ocupado más en atacarse que en explicar sus planes para remediar los males del país. Trump es el purgante a los políticos tradicionales que no se resignan a que un ‘outsider’ les tranque el dominó. La respuesta de la vieja guardia política al rechazo popular, es una Clinton remasterizada con temas viejos que sólo parecen nuevos por la mala memoria del vulgus votantis. Entre catarro y tuberculósis, los cuatro años que durará el próximo periodo presidencial en Estados Unidos serán un pañuelo lleno de mocos.
Sé las que las opiniones en Facebook son como una granada. Las lanzas al aire y le pegas a varios. Pero pienso que de dos males hay que escoger el menor. Aunque luego nos pasemos los próximos cuatro años echándonos los trastos a la cabeza y diciendo aquello de “te lo dije ¿no?”.
Candidatos hay por racimos en la boleta. Nueve en total. Desde republicano y demócrata, hasta del Partido Socialismo y Liberación. Su candidata, Gloria Estela La Riva, es una perlita que hizo de coordinadora del Comité Nacional para la Libertad de los Cinco Cubanos. Sólo de los cinco espías. Los otros 11 millones que se vayan a freir tusas, si es que consiguen el maíz. En las elecciones presidenciales de 2008, ella recibió 7.478 votos. Eso se llama democracia. Por cierto, La Riva viene de pasar un entrenamiento en las elecciones de delegados del Poder Popular en Cuba.
Con los aires que están soplando desde la colina de la Casa Blanca, los tiraditos a la izquierda juegan con el mono y usan la cadena de columpio. La Democracia se lo permite, y hasta creen que les ampara el derecho constitucional de cuestionar la opinión del prójimo, y darle una galleta al próximo. Se toman el asunto de las elecciones tan a pecho, que algunos están a punto de morir de anginas políticas. Gente que no ha descubierto aún que en Estados Unidos no es lo mismo conga que comparsa. Como esos mexicanos que salen a protestar contra Trump con la bandera de su país en ristre. Personas que al más mínimo “yo opino” están dispuestas a molerte a palos, o a banderazos ajenos. O esos otros que con sombreritos del Tio Sam pretenden volver a la América de 1960. La de los hippies y los perros mordiendo el trasero de los negros. La democracia vista como una cuenta de inversión, donde se depositan el odio y las fobias para vivir de sus réditos. Maná y Kate del Castillo pidiendo que voten por Clinton. Mike Tyson decantándose por Donald. “Probemos algo nuevo. Dirijamos América como un negocio, los colores no importan”, repite Tyson.
Definir entre un ególatra y una mentirosa es como jugar a la ruleta rusa. Pero la única forma de saber donde está la bala es apretando el gatillo. Votando por uno u otro. (continúa el lunes)
Pablo de Jesús
Los Angeles/Nov 6/2016
(seguir en el blog pablocorro.com)
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