Desde que el Jefe llegó al pueblo, la vida de Juanito Calamidad siguió un derrotero peor que su apellido. Luego que Rodolfito y Tatáta se fueron caminando de la mano a ese lugar adonde van los locos cuerdos cuando no despiertan, y de que la gente se quedara sin voz ni sueños, el nuevo mandamás se impuso la tarea de poner orden en aquella villa de chotas e irreverentes, con una colección de personajes extrañitos a los que era imperativo corregir.
Tras confiscar la corneta de Tatáta, los aros de Rodolfito, y todos los negocios del pueblo, el Jefe ordenó que los desviados fueran encerrados en el potrero del Caguazo y castigados a escuchar sus discursos las 24 horas del dia. Había que reeducar a todos esos desviados que iban contra las buenas costumbres, como el tal Calamidad, el borracho Manzanilla -despedidor oficial de los entierros del pueblo-; Gina la Prostituta Emérita, que cuando el jefe era pequeño se lo pasó entre las piernas para que se hiciera hombre; Abelardo El Negro, funerario y babalao certificado; Marco, cazador de efebos ingenuos; Magaly Pan con Pan, señora de la tortilla y el bacalao ajeno, y hasta el Gallego de Matanzas, noqueador de gorilas pugilistas y empresario autodidacta.
Allí estuvo toda esa tropa contranatura encerrada largo tiempo, reeducándose en principios nuevos que el Jefe sacaba de sus manuales de política extranjera, amalgamando ismos de todo tipo a fin de formar un Nuevo Aldeano. Entre paliza y paliza, los extrañitos renunciaban a sus vicios, fobias y creencias, más por sentido de supervivencia que por convicción. Puertas afueras les esperaba un trabajo en la agricultura o la construcción. Una vida tan árida y falta de alegría, que cuando la gente empezó a escaparse para un pueblo más al Norte, el Jefe ordenó cerrar todos los caminos, construir un muro con una sóla puerta de entrada y tirar la llave. “Preferimos Sagunto y Numancia a ser esclavos”, dijo el que más meaba en ese pueblo.
Fue entonces, cuando a Juanito Calamidad la vida se le hizo “trenzitas de negra lucumí”, como solía decir cuando las cosas se le enredaban. Sin permiso para vivir, su negocio de organizar fiestas quinceañeras se vino abajo. También fue borrado de la comisión encargada de fabricar y adornar las carrozas de los carnavales.
“Me tengo que largar de esta mierda aunque sea en un globo”, se dijo, y comenzó a planear la fuga. “Allá en el Norte seré Dragg Queen y me llamaré Calamity John”, pensaba, mientras la daba coco al escape y exploraba las posibles vias y compañeros de viaje.
La idea del globo no estaba mal, sólo que el único artefacto volante del pueblo se lo había confiscado el Jefe a un tal Matías Pérez para dedicarlo a las tareas de la defensa. “El enemigo del Norte nos vigila, nos quiere aplastar, y no lo permitiremos”, explicaba el Cabecilla Mayor. Eliminado el globo y la fuga por tierra, la única otra vía posible era el rio que atravesaba el pueblo, en los suburbios del reparto El Sapo. Un rio magro, corriendo a contracorriente desde el mar hasta la Loma Cerro Pelado, la única elevación de los contornos, cuartel general del Jefe cuando éste andaba en sus jueguitos guerrilleros.
Era cosa entonces de armar una balsa sin que nadie se enterara, lanzarla al rio y remar duro para partir rumbo Norte.
‘Calamity John’ se aplicó con fervor a concretar su sueño de escapista y reclutó para la tarea a dos forzudos como el Gallego y Marco Buganvilia, con quien tenía una deuda de gratitud. En el pueblo se comentaba que la primera conquista del tal Marco había sido Juanito, que cuando se vio desflorado sólo atinó a decir: “¡Qué calamidad! ¡Lo que me había perdido!”.
El Gallego aportó los víveres que logró esconder antes de que le confiscaran la bodega. Con Abelardo consiguieron la madera, proveniente de los últimos dos ataúdes de su funeraria, ida a bolina cuando el Jefe la intervino para darle el entierro gratis a todo muerto de hambre. Marco aportó su linterna de cocuyos y musculatura para el remo, y Juanito cosió las velas y pintó el bote. Para el velámen uso los vestiditos de raso que él mismo confeccionaba para las fiestecitas de 15. Con pintura de uña color rosa pálido adornó la barca y al costado le escribió Liver, confundiendo la palabra Libertad con el hígado en inglés.
Era cosa de ver aquella balsa rosada con las velas arcoiris, algo que acomplejaba un poco al Gallego y a Marco, pero a caballo regalado, o embarcación rosada, no se le está mirando el color.
Antes de levantar velas fueron a ver de nuevo a Abelardo para que le tirara los cocos y dijera si el viaje iba a ser propicio. El negro babalao se dio un buen trago de ron, tiró los obinus desde la altura de las rodillas, como manda la ley. Dos pedazos de cocos cayeron mostrando la parte blanca, y otros dos el lado de la cáscara.
– Efiye cará! -grito el santero- Letra rotunda. Eleggua y Ogun dicen sí, pero Ochosi alerta de un ser negro lleno de sangre del que no se pueden olvidar.
– Coño! Eso es una morcilla!-, gritó el Gallego, y se persignó.
Prepararon la fuga para la noche de carnavales, cuando todo el pueblo estaría pendientes de las carrozas, y las mujeres semidesnudas del Carro de la Carne. La gente olvidaba los pesares trasegando pipas de cervezas a granel y grandes raciones de congrí con calamares.
Marco y el Gallego empezaron a darle a los remos, mientras Calamidad rezaba y conjuraba los malos espíritus. No habían avanzado ni 100 metros cuando al doblar el primer meandro -más bien un meandrito- vieron a Abelardo El Negro parado en medio del rio, con los pantalones remangados, cargando entre sus manos a la Virgencita de Regla, la Yemayá diosa del mar y protectora de viajeros acuáticos.
– ¡Cojones! ¡Este es el ser negro! -exclamó el Gallego dejando de remar y dándole una mano a Abelardo para que subiera a bordo con su Santica. Cuando el pueblo se fue perdiendo a sus espaldas, un sentimiento de congoja les iba apretando el pecho. En el cielo, las luces multicolores de los primeros cohetes carnavaleros le daban la despedida.
Pablo de Jesús
San Francisco, Nov/2015
Comments
Virginia María Piñeiro
1st March 2017 at 10:03 amTu sabes que te adoro…¿Qué don tan preciado de contar esa historia como siiiiiii fuera nueva o diferente?.
Si porque los que sabemos de esos preparativos nunca lo disfrutamos con ese desenfado que tu le imprimes.
Gracias por recordarnos que la vida la debemos enfrentar con toques de humor, de confianza de seguridad hoy o siempre.??????
Raquel Fernandez
4th March 2017 at 7:08 pmGracias por cada palabra!
Pablo Socorro
7th March 2017 at 10:53 amAgradecido de que seas una lectora tan fiel. Saludos amiga.
Lery
2nd May 2017 at 10:29 amBrillante!
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