• logo


logo

  • Inicio
  • Blog
  • Contáctame
loading...
  • Post
  • Similar Posts
  • Post Icon
  • Pablo Socorro


EMPTY NEST

Los americanos tienen una expresión para definir el momento en que los hijos abandonan el hogar: EMPTY NEST. Nido Vacío es lo que queda cuando los pichones fortalecieron sus alas y se echaron a volar en busca de sus propios nidos. Es ley humana porque al final los hijos no son nuestros, sino de la vida, y como dice el poeta Kahlil Gibran, “puedes darle tu amor pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos”. Lo más sabio es prepararlos para que confíen en sus alas, y no en la rama en que se posarán. Y de paso también prepararse uno para ese momento en que se van del nido. De pronto, la casa se te llena de silencios y en cada mosaico del piso ves sus pasos, desde cuando empezaron a gatear hasta las carreras que daban cuando se les hacía tarde para el cole. Pero al final, sabes que se irán de tu lado y el único consuelo que te queda es que les has dado las herramientas para que puedan construir un nido tan sólido y tan cálido como el que tú le procuraste.

A los padres latinos nos cuesta un mundo desprendernos de nuestros hijos. Hacemos una tragedia de ese momento de separación cuando en realidad debemos alegrarnos de que al fin puedan volar por sí mismos, porque eso es sinónimo de que los educamos bien para enfrentar los avatares fuera del nido. Es tal el impacto de esta separación, que hasta existe el llamado Síndrome del Nido Vacío, una sensación general de soledad que los padres pueden sentir cuando uno o más de sus hijos abandonan el hogar.

Ahora que mi esposa y yo nos hemos quedado sólos, hemos descubierto que existe algo llamado tiempo libre, y lo extraño que resulta no tener que ocuparse de alguien más que nosotros mismos. Aunque añoramos a nuestras hijas, en el fondo estamos orgullosos de que sean dos mujeres perfectamente preparadas para la vida. Mi esposa se ocupó de que aprendieran a manejar un hogar. Yo de que aprendieran a manejar sus autos. Ella les enseñó a arreglar los males del alma y del cuerpo con filosofía y remedios naturales, y yo a arreglar los desperfectos del hogar con una llave, un martillo o un destupidor de caños. Mi esposa les adentró en los misterios del horno de cocina y el tipo de lavado a cada ropa y yo en cosas anodinas como nadar, montar en moto o a caballo. De mi mujer sacaron el sentido práctico y el sacerdocio familiar. De mí, una imaginación desbordada, el deseo de viajes y aventuras, y cierto aire bohemio tintado de poemas y colores. Son mujeres fuertes, sin temor a la vida y amantes de la vida. Mujeres que salieron a construir su propio nido, y ya van mucho más adelantadas que nosotros cuando teníamos su edad.

Hoy ambas viven en diferentes estados, y aunque el celular es una bendición siempre a mano, esperamos pacientemente que sean ellas las que llamen para no ser inoportunos ni agobiarlas a distancia.

Aquellos que hemos sido bendecidos con hijas hembras aprendemos que existen tres etapas en sus vidas: de niñas, padecen de “papitis”, siempre apegadas a nosotros; cuando son adolescentes, pasamos a ser una especie de banco crediticio con bajos intereses, y ya adultas se convierten en un híbrido entre tu esposa, tu mamá y un cuerpo policial, siempre pendientes de ti, vigilando no te excedas en los dulces, la bebida y los piropos a las féminas ajenas.

Los varones, en cambio, son siempre de la madre, y aunque al crecer se convierten en amigos y compañeros de los padres, nunca dejarán de ser los niños de mamá. De hecho, muchos buscan en su esposa una madre sustituta. A muchos les cuesta dejar el nido, no porque les falten alas, sino porque no saben en que palo posarse. Algunos, forzados por las circunstancias, tenemos que volar antes de que nos salgan alas. Como fue mi caso, que a los 15 años abandoné mi hogar huyéndole al Servicio Militar para refugiarme en el sistema de becas, y cuando regresé encontré que otros pichones más jóvenes me habían desplazado, por lo que tuve que ir a buscar mi propio nido. Pero entonces volé tan alto y tan lejos, que como las golondrinas, emigré al norte y borré el camino de regreso.

Por eso, cuando veo que mis hijas salieron en busca de sus propios nidos, me consuela pensar que no se fueron, sino que la vida se las llevó en sus alas de futuro. Pero saben que el nido estará siempre ahí, presto a recibirlas si algún día necesitan de una brújula para reencontrar el norte de sus ilusiones.

Pablo de Jesús
Enero 13/2018

Share this:

  • Click to share on Twitter (Opens in new window)
  • Click to share on Facebook (Opens in new window)
  • Click to share on Google+ (Opens in new window)

Related


Comments


Post a Comment!

Cancel reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.


  • Recent Posts

    • EL FANTASMA DE LA INTOLERANCIA
    • LA SUPUESTA INMORTALIDAD DEL CANGREJO CUBANO
    • CUBA EN DOS TOMOS
    • DE UN PÁJARO LAS DOS ALAS
    • AUSENCIA NO QUIERE DECIR OLVIDO
  • Recent Comments

    • Thiago on ENTRE EL JINGLE BELL Y BURRITO SABANERO
    • Abraham on ENTRE EL JINGLE BELL Y BURRITO SABANERO
    • Gloria Boresoff on VENEZUELA: CRONICA DE UN FRAUDE ANUNCIADO (IV final)
    • jorge on EL HOMBRE SINIESTRO
    • Aaron on CHRONOS, BENDITO CHRONOS
  • Meta

    • Log in
    • Entries RSS
    • Comments RSS
    • WordPress.org

logo
  • Home
  • Contáctame
  • RSS Feed
  • Contact
top

No me roben nada, yo todo lo regalo!