Un fantasma recorre Cuba y su exilio y es el fantasma de la Constitución. Otro malabarismo político de la dictadura de los Castro para afianzar a sus retoños en el poder. Con el General Vasito de Leche lleno de achaques y frecuentes lagunas mentales a causa de un alzheimer que es un secreto a voces entre la nomenklatura cubana, la castrocracia pone en marcha el plan de sucesión a lo suave, con pasos calculados como el artilugio de la figura presidencial, un ambivalente concepto de propiedad privada que viene siendo como una cuchilla de doble filo, y ahora esta constitución en minúscula, que no es nada más y nada menos que el mismo perro con otro dogal. Más de lo mismo. Y menos de lo que en realidad se esperaba. Y allá van los tontos útiles del mundo a aplaudir como los monos lo que le dicen que es “actualización del modelo económicoo y social”. Que los progre de esta tierra muevan sus culitos izquierdosos ante la noticia de cambios en la isla, pasa. No han vivido en Cuba, nunca vivirán en Cuba, y en realidad la Cuba que defienden es la del mojito en el Floridita, con la jinetera o el joven amante a la mano para satisfacer sus apetencias. Pero que los cubanos del exilio se presten a seguir el juego de opinar sobre esta constitución constreñidora, rebasa el límite de mis entendederas.
De buenas a primeras, miles de compatriotas que recibieron una patada en sus traseros de exiliados han olvidado aquello de “aquí nos los queremos ¡que se vayan!”,dicho en plena crísis de paroxismo antigusaneril por el Difunto en Jefe, y ahora se interesan por la ¿ley fundamental? de la republiquita made in Castro. Un sitio web que promociona a la Cosa Cubana (me niego a decir su nombre para no hacerle propaganda, al sitio y a la Cosa) invita a “ los cubanos en el extranjero hacer propuestas o comentarios” a través de un formulario online que estará disponible en el portal digital de marras. Es decir, que se nos pide opinión a los excubanos de la mafia de Miami, y a los gusanitos rosa de otros lares, como si contáramos en el proyecto patria de quienes precisamente han secuestrado a la Patria. ¿Si los de Cuba son mudos, por qué carajo tenemos que hablar por ellos? En realidad, en este exilio hemos cogido más lucha con el papelucho que los cubanos de la isla, para los que, con constitución o sin ella, el cuartico sigue igualito, y pintado de verdeolivo.
Varias generaciones de cubanos desconocen lo que es verdaderamente una Constitución. Lo que representa y significa. Yo no conocí la muy nombrada Constitución de 1940, la que dicen era una muy avanzada para su época. Cuando por primera vez me metieron por la cabeza un engendro de tal tipo fue la constitución de 1976, calcada por Blas Roca de la Carta Magna de la entonces Unión Soviética. El único recuerdo que tengo de aquel 24 de febrero cuando se proclamó la tal Constitución, fue la fajazón que se formó en el albergue cañero -donde cumplíamos una de aquellas escuelas al campo- por las hojas del documento para limpiar nuestros púberes traseros, afectados por un virus estomacal a causa de unos chícharos infernales sazonados con caoenterín por el cocinero Pichichi. Fuímos víctimas de nuestra propia jodedera, pues en una de esas noches de aburrimiento vaciamos un pomo del jarabe en la botella de Guayabita del Pinar donde Pichichi solía echar el poquito de aceite que se afanaba cada jornada. Solo que ese día estaba corto (¡robó tanto!) y decidió echar mano de su “reserva personal”. El recuerdo que tengo de aquella primera constitución socialista se diluye en emanaciones de deposiciones chichariles.
Después vinieron las reformas aprobadas en 1992, que blindaron la Carta Magna cubana con un socialismo eterno y a tranca limpia, pero ya estábamos en pleno periodo especial, y por ello el documento, a falta de papel sanitario, fue muy bien recibido en los hogares cubanos. Recuerdo una novia de esa época que una vez, mientras hacíamos el amor, llevaba grabada en sus nalgas y con tinta de imprenta, la patriótica sentencia de “con todos y para el bien de todos”.
Ahora, desaparecido el Ceniciento en Jefe, el General quiere dejar su marca en la historia de Cuba y se aparece con otra reforma. Un blindaje tan a lo Robespierre que se mantiene la pena de muerte para la figura de “traición a la patria”. ¡Pa su madre!, como diría mi amigo el Bobo de la Yuma. Esto, más que una constitución, es una guillotina permanente sobre las cabezas de los cubanos, incluidos los de ese exilio al que ahora le piden la opinión.
Una Constitución, según los textos jurídicos, es la Ley Primera, que tiene el propósito de constituir la separación de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. También, incluye el régimen de los derechos y libertades de los ciudadanos y delimita los poderes e instituciones de la organización política. Nada de esto se cumple en Cuba, donde el Partido (antes era Comunista, ahora ni se sabe que coño es) está por encima de la Constitución, según la muy enjundiosa aclaración del delegado Luis Toledo Sande. “Tolete”, como le decíamos en la Universidad, ya era un bolchevique de chivito y una única muda de ropa (como todos nosotros, me refiero a la ropa) cuando estudiábamos en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana. Antes era menos intransigente, pero siempre fue un artesano de la muela bizca.
No sé usted, pero YO NO ME PRESTO PARA ESA FARSA. Nuestras opiniones se las pasarán el General y sus acólitos por el forro y solo servirán para hacer bulto. Para que puedan decir que “miles de compatriotas en el exterior (nunca exilio, palabra maldita para los castristas, y desvaída para los castrados) también dieron su valioso aporte”. Pero si quieres hacerle el juego, baja la aplicación, y te exhorto a que escribas las tres palabras fundamentales que no aparecen en este remedo de constitución: WE THE PEOPLE. Nosotros el pueblo, como empieza la Constitución de Estados Unidos. El pueblo que pasa trabajo para dar los tres golpes alimenticios del día; el que desespera en las paradas de autobuses; el que vive de las migajas de un libreta de abastecimiento obsoleta y humillante; el que hace como que trabaja para que el estado haga como que le paga; el que no recibe divisas de sus familiares en el extranjero, ese pueblo olvidado (y despreciado) por la élite castrista, es quien realmente debe reclamar el poder. Y ahora se me bajan con un referéndum tan amañado como las elecciones que llevaron a sus curules asambleístas a los que desde arriba parieron este engendro constrictivo, que no constitutivo.
Definitivamente, un fantasma recorre Cuba y su exilio de 3 millones de escapados. Un espectro que desune y manipula, y no se cansa de repetir: “cubanos de todos los países ¡jodeos!”…pero seguid enviando remesas.
Pablo de Jesús
Agosto 5/2018
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