Ahora que en Cuba se anda de Congreso, y los cacharreros del socialismo tratan de chapistear un sistema con más parches que los almendrones que circulan por La Habana Vieja, me vienen a la memoria los ecos lejanos de otro Congreso en Santiago de Cuba, 25 años atrás, el último de los tres que cubrí como periodista en esa isla.
Me veo en ese octubre de 1991 de una calurosa tarde santiaguera, sentado en una sala anexa al escenario del Teatro Heredia, escribiendo en una vieja Olivetti la versión del discurso del Fulano en la apertura del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Espero que sepan a quien me refiero. Si no menciono su nombre es porque he jurado que nunca más lo haría. Sólo me sirvo de circunloquios para nombrarlo. Pues bien, mientras el Fulano hablaba en la tribuna, yo escribía en la Olivetti y le iba pasando cuartillas a Pavón, el director de la Agencia de Información Nacional (AIN), quien luego de revisarlas las mandaba en paquetes de 10-12 hojas a Pepín Naranjo, uno de los ayudantes personales del Coma. Pepín ni las miraba. Sólo las acumulaba para entregarle la versión completa al tipo, que nada más bajarse de la tribuna se ponía a revisarla. No puedo recordar las veces que en otros discursos suyos él tachaba párrafos enteros, y escribía a mano lo que quería que saliera. Una cosa era hablar para las gradas, y otras dejar en blanco y negro promesas que nunca cumpliría.
La mayor parte de ese discurso fue un recital interminable de cifras sobre cosas que recibíamos de la Unión Soviética y que muy pronto dejaríamos de ver, debido a esa pereztroika de Gorbachov que acabó de desmerengar al socialismo. De la URSS recibíamos desde íntimas femeninas -que parecían tampones de acero-, hasta el necesario petróleo. No fue el bloqueo americano el que nos metió en el Periodo Especial, fue Gorbachov. Y eso el Barba en Jefe nunca se lo perdonó al tipo de la manchita en la calva. Después de ese discurso inaugural, comenzaron las sesiones del Congreso, que más que discusiones, fueron monólogos del Coma sobre lo mala que se iba a poner la Cosa, y que había que preparar a la gente para “ciertos cambios”.
Allí en ese IV Congreso, anunció “los cambios” que nos iban a salvar de la cagazón de Gorbachov. Medidas que 25 años después vienen a ser las mismas “adecuaciones al modelo socialista” cacareadas en este VII Congreso por el General y sus gerifaltes: apertura a las inversiones extranjeras -controladas bajo el eufemismo de “empresa mixta”-; la llegada de turistas viciosos pero con dólares; permiso para recibir dólares de familiares en el extranjero y comprar con ellos en las shopping que se abrirían para gastarlos. Por tenencia ilegal de dólares, muchos se encontraban entonces cumpliendo años de prisión; y la apertura del Mercado Libre Campesino, no sin advertirnos que no se iba a permitir el enriquecimiento de los particulares, y otra serie de ideas que remató con aquella frase truculenta de “¡Ahora si vamos a construir el socialismo!”. Como si los 32 años anteriores nos hubiésemos ido de parranda con Lenin, Marx y todo el combo de descocados utópicos.
En ese discurso nos doró la píldora, y con todo desparpajo soltó aquello de que “en el pensamiento revolucionario marxista-leninista estaba, incluso, la posibilidad de construcción capitalista bajo la dirección del proletariado”. Busquen el discurso. Yo no invento. Y recordé que mi viejo siempre me decía que “el comunismo es el camino más largo para llegar del capitalismo al capitalismo”. Todavía, 25 años y tres Congresos después, no han encontrado el jodido camino. Y eso que Obama se lo puso facil. ¡Si hasta les alumbró el trillo con farolitos de colores!
Hay dos momentos de ese Congreso en Santiago de Cuba que recuerdo con nitidez. El primero, cuando en una de esas sesiones se debatió si se implantaba o no el Mercado Libre Campesino, un lugar donde los agricultores podrían llevar sus excedentes y venderlos según la ley capitalista de la oferta y la demanda. Pero como el Barba Sol siempre le ha tenido alergia al “capitalismo salvaje”, se estuvo oponiendo a todo tipo de apertura, hasta que el General que hoy es “Presidente” se sacó uno de sus caros botines italianos y lo sacudió contra mesa, para apoyar su argumento sobre la apertura del MLC. “¡Cañones o Frijoles!” dijo Don Segundo, que entonces era Sombra del Primero, aludiendo al descontento de la gente ante la mala situación. “¿Tú quieres que saquemos los tanques a la calle?”, le preguntó el General al Comandante, que al final debió ceder y permitir los dichosos mercados campesinos.
El otro episodio fue en la votación para miembros del Comité Central. De entre aquellos 1000 delegados al Congreso, nombrados de a dedo la mayoría, se escogía al centenar que iba a dirigir por cinco años -o hasta que el San Juan Verdeolivo ordenara otro Congreso- los destinos del país.
La votación había sido secreta, pero la divulgación de sus resultados se demoraba más de lo esperado. Se suponía que la jugada estaba cantada, incluso con la cantidad de votos que cada cuál debía recibir. Por eso cayó como una bomba en un charco de excrementos, el anuncio de que los dos hermanos habían recibido cada uno 999 de los 1000 votos posibles. Un silencio sepulcral impregnó el Teatro Heredia.
Fue Roberto Robaina el primero en maldecir a aquel “gusano solapado” que había votado en contra de los dos hombres que eran “patria y bandera de nuestra Revolución”. Así habló La Mosca, sin saber que siete años después, él sería bajado del lomo del Caballo por un coletazo del Segundo al Mando. Después hablaron otros loros, y cuando lo estaba haciendo Armando Hart, con esa incontinencia verbal y dialéctica que le retrataba, el Don le interrumpió la muela y soltó una perorata de una hora, de la que recuerdo una frase que más o menos era: “en estos tiempos difíciles, la unanimidad por obediencia nos hace más daño que el bloqueo y la pereztroika juntos”. Frase que colé a propósito en mi versión, y que él se encargó de borrar más tarde con un marcador negro, bien negro.
Meses después me trasladé de trabajo, y ese 31 de diciembre de 1991 cambié la vieja Olivetti portátil a uno de esos “capitalistas” del Mercado Libre Campesino por un pequeño cerdo y cinco libras de frijoles negros. Ese fin de año tuvimos una cena perfecta.
!A lo mejor te mandan un cerdito de regalo para las próximas navidades!, que al menos están mas seguras que todos los acuerdos de este nuevo Congreso.
Pero si no, entones podrás cambiarle alguna laptop a cualquier campesino de la Isla por dos cerditos, que a lo mejor debe de estar loco por tener algo donde escribir: “Los dos cerditos y el lobo”; el cuento real era así?…, un abrazo.
Comments
Guillermo Alvarez
17th April 2016 at 8:24 am!A lo mejor te mandan un cerdito de regalo para las próximas navidades!, que al menos están mas seguras que todos los acuerdos de este nuevo Congreso.
Pero si no, entones podrás cambiarle alguna laptop a cualquier campesino de la Isla por dos cerditos, que a lo mejor debe de estar loco por tener algo donde escribir: “Los dos cerditos y el lobo”; el cuento real era así?…, un abrazo.
Pablo Socorro
20th April 2016 at 9:08 amJajaja Guille. La Isla del Trueque nunca cambiará.