Decía Confucio que cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo. Hoy tenemos una cantidad enorme de gente mirando el dedo; unos para saber por qué apunta, y otros hacia dónde apunta. Confucio fue un chino inteligente. Sin haber planchado nunca un pantalón o cocinado un arroz frito vivió de su labia, algo que hoy muchos se empeñan en imitar. Son estos mueleros profesionales -de una y otra mano- los que pretenden dictarnos cátedra de esa asignatura tangencial que es lo políticamente correcto. Después de un profundo análisis de la siquis de estos individuos, he llegado a la conclusión de que se pueden dividir en tres clases: Los Confusos, los Confucios y los Confesos.
Vayamos por parte, como decía mi amigo Juanito el Plancha cuando descuartizaba una vaca robada de la granja particular de Mongo Castro, allá por el Valle de Picadura.
Los Confusos son aquellos que aún creen que el aguacate es fruta, o que el chicharrón es carne de puerco. Es decir, los que se anclan en la amable quimera del diálogo como herramienta de persuasión civilizada pensando que el régimen castristas es reformable. Aquellos que quieren maquillar las arrugas de la gerontocracia cubana con rímel verde olivo en los ojos y un toquecito de rojo en los labios. Los Confusos no son ni chicha ni limoná. No se dicen comunistas, pero tampoco se declaran anticomunistas. Están siempre por la onda del diálogo, el portarse bien para que les dejen entrar a Cuba con su mulerío y sus gusanos llenos de pacotilla.
Lástima que olviden lo fundamental: cuando pides diálogo, tienes que contar con que la otra parte quiera dialogar. Y se sabe que con los dinosaurios cubanos el único diálogo posible es el monólogo desde el poder.
Hay una subcategoría de los Confusos que abunda bastante en estos tiempos: son los Confusos Ilusos. Aquellos que piensan que la cosa está en reclamar derechos a la dictadura, o que es necesario participar en la payasada de elecciones para una Constitución que solo blindará más a la nomenclatura raulista, sus descendientes y los descendientes de los descendientes.
Los Confucios, de su parte, son confundidos que están por la onda del buenismo a rajatabla. Se sienten profundamente en deuda con el prójimo maltratado, y siempre proponen saldar esa deuda con el dinero ajeno. Casi siempre pertenecen a las élites sociales y su activismo es pura pose de progre identificado con las causas sociales. Son aquellos que dicen odiar al terrorismo pero llaman autodefensa los ataques de Hamas a Israel. Dicen defender los derechos humanos, pero no se sonrojan por darle la mano a una marioneta del dictador Raúl Castro como hizo Robert de Niro con Diaz-Canel, o bendicen a tiranos brutos y brutales como hizo el Papa Francisco con Maduro y Cristina Kirchner. Critican a Pinochet, pero callan los crímenes de Evo Morales, Daniel Ortega y los Castros.
La mayoría de los Confucios habita en ese planeta que se llama Hollywood.
Por último, los Confeso. Los más peligrosos. Son aquellos que se han quitado la careta y dicen que están ahí para redimirnos de nuestros sufrimientos, surgidos a causa de nuestra ignorancia. A cambio, solo tenemos que entregarles nuestra libertad. Son operadores de la bolsa de valores del individuo, y quienes saben cómo invertir tus anhelos para que rediten ilusiones nunca concretadas.
Se empeñan en sacarnos de nuestra ceguera política porque son superiores ética y moralmente y por tanto debemos confiar ciegamente en su catecismo social. El primer mandamiento es que debemos odiar al capitalismo y a Estados Unidos. Son fanáticos al colectivismo, a subir los impuestos a los ricos, a quitarles su dinero a los millonarios para repartirlo entre los pobres, y a decidir y pensar por ti. No te preocupes, nosotros pensamos y hablamos por ti, dicen. Repeatt after me: “El muro es inmoral”, “Trump es un dictador”, “La Russia Collusion es real”.
Para el Confeso, el sujeto de la nueva revolución socialista es un sujeto multiclasista, pluriétnico y de varios géneros. En la izquierda marxista que desapareció con la caída del Muro de Berlín este sujeto era la clase obrera dirigente. Para el ajiaco del Socialismo del Siglo XXI no hay un único sujeto, sino múltiples sujetos: movimiento LGTB, feministas, ecologistas, pacifistas, derechohumanistas, indigenistas, antiglobalistas, okupas, chalecos verdes y amarillos Toda la gama de Confusos y Confucios sociales, bullendo en un mismo caldero. Y el Confeso echándole leña al fuego.
Confucio, el sabio chino, no habrá sido tintorero ni cocinero, pero en eso de sacar refranes era un salvaje, y de él tomo esta frase suya que abarca los tres Confu: “Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender es peligroso”.
© Pablo de Jesús
Enero 19/2019
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