DOS amigos de este Facebook se han enfrascado en una polémica a propósito de unas declaraciones del ideólogo comunista Jorge Gómez Barata en el sitio Cuba Posible. Vale aclarar que valoro a Cuba Posible en cuanto sus propósitos inclusivos y como plataforma de diálogo e intercambio de posiciones contrapuestas. Pero no puedo evitar cierto erizamiento de piel y desconfianza cuando me ponen delante a touroperadores del socialismo cubano como Barata. El asunto despide cierto tufillo de maniobra de inteligencia orientada desde los jardines de Punto Cero. Tanto, que es imposible pasarlo por alto. Es lo mismo que pasa con algunos “disidentes” que van y vienen por el mundo repitiendo el mismo estribillo cansado y cansador.
Desde que le dio por institucionalizarse -revestir de cierto matiz legal los absurdos y caprichos de un sólo hombre-, el régimen cubano ha necesitado y usado a estos ideólogos de manual no exactamente para validarse, sino para darle un asidero creíble tanto a los tontos útiles como a las personas de buena voluntad que le defienden en todo el mundo. Y Barata, salido directamente de la oficina del Departamento Ideológico del Comité Central que dirigía su amigo y hoy defenestrado Carlos Aldana, ha sido uno de estos albañiles que han rellenado de cemento ideológico los cimientos de ese socialismo tropical, hecho más a puro cojones que a planificación lógica. El, y otros como él, han ido poniendo parches filosóficos cada vez que aparece un descocido en la vieja carpa circense de la revolución castrista.
¿Cómo tomar en serio a alguien que califica el travestismo actual del gobierno de la isla como “un aporte al pensamiento y la práctica revolucionaria”? Después de 50 y tantos años diciéndonos “ahí viene el coco” cuando de trataba del imperialismo y los americanos, ahora nos cambian el discurso con aquello de “y viene cargado de regalos”.
En la polémica de mis amigos se notan dos puntas de vista tan contrapuestos como las ideologías que la sustentan. En una esquina Montaner, en la otra Barata, y en el medio, de mero espectador sin voz ni voto, un pueblo que padece y calla, que vive entre máscaras y disimulos, que sufre y aún así rie. Y de árbitro incontestable, el hombre causante de esta cagástrofe, el que nos tiene enfrentados, mientras desde su poltrona en Punto Cero se refocila con nuestras angustias y encontronazos.
Para mí, por muy respetable que sea el teórico, todo dogma que defienda el unipartidismo, la coacción del pensamiento, el principio de que si no estás conmigo, estás contra mí -impuesto por Lenín como camisa de fuerza al marxismo- no merece ser tomado en cuenta. Apesta.
Si soñamos una Cuba nueva no puede ser ¡jamás! sobre los mismos principios que nos han llevado a este abismo. Rescatar lo rescatable. Desechar lo indeseable. Pero, ¿cómo ponernos de acuerdo si, en cada cubano existe un tirano dueño de la verdad absoluta? Esa es la primera interrogante que debemos despejar si queremos una Cuba mejor.
Creo firmemente que la renovación y los cambios que tanto se preconizan hoy son cortinas de humo, y no partirán nunca desde los estamentos de poder actuales.
Lo que hemos visto hasta ahora son movimientos acomodaticios para preservar el estatus quo de la monarquía tropical: Adecuación del vocabulario para aparentar que se ha dejado la barricada, mientras se dan mítines de repudio, se muelen a palos y se encarcelan a los que piensan diferentes; maquillajes para conquistar nuevos chulos, aunque sean chulos americanos.
¿Cómo confiar en un grupo de empoderados que favorecen al extranjero por encima del cubano? Y no me vengan con cuentos chinos, porque las declaraciones de Alex Castro son el mentís más grande para aquellos que piden paciencia. Una vez más, y según el cachorro del clan Castro, los culpables de que no se avance más rápido en el camino de las “transformaciones” están dentro del pueblo, y nunca entre sus más altos dirigentes. Si eso no es mala leche, váyase a tomar por culo, como dicen los españoles.
Los mexicanos tienen un pensamiento para definir este travestismo ideológico, que como un cáncer se ha extendido por nuestra América Latina: “La revolución perfecta es aquella que al rico lo hace pobre, al pobre lo hace pendejo, al pendejo lo hace político y al político lo hace rico”.
Por eso, a propósito de la polémica entre mis dos amigos, una polémica que no es controversia, porque ambos quieren lo mejor para Cuba, les recuerdo que no hay una tercera opción, y que Cuba no debe ser definida por su gobierno y su ideología. Cuba debe ser definida por su gente.
Pablo de Jesús
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