Esta nota tiene historia. Es de esas que generan zagas, pues de ella salió otra llamada Los trapitos de Coppelia (en mi blog pablosocorro.com). Fue escrita en respuesta a una crítica que hizo un gusañero asentado en Chile, que estaba entonces en mi lista de “amigos”, y a quien molestó otra crónica anterior que titulé Tres Papas y una sola Revolución. Por aquellos días se cocinaba en las calderas del oportunismo el pacto (parto) tripartito Obama-Francisco-Castro para restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU. Tres años después de haberla escrito, nada ha cambiado en la isla-cárcel. Al contrario, las cosas van de mal en peor. Hoy, el dólar y la Coca Cola son los monarcas, y a sus pies se arrodillan el peso cubano y el agua con azúcar.
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RESPUESTA A UN AMIGO DISGUSTADO
Querido amigo, me escribes que no te gusta mi crónica “Tres Papas y una sóla revolución”. Cuando alguien discrepa o no le gustan mis crónicas, me siento igual de satisfecho, porque he tocado la cuerda sensible de quien se siente obligado a disentir. Hablando en cubano: he pisado un callo. Y eso enriquece mi muro. Como lo enriquecen mis amigos que me dan sus Likes y comparten mis escritos por el puro placer de haber leído algo que les alegró el día, o los puso a pensar más allá de las preocupaciones cotidianas.
Tengo lectores fieles, lectores ocasionales, y lectores “voyeristas”. Aquellos que me leen y no se atreven a comentar. Sus razones tendrán, y las respeto. He recibido críticas de algunos antiguos conocidos y me he alegrado. Eso significa que aunque estoy fuera de Cuba, no estoy fuera de sus corazones. Veinte años viviendo de exilio me han enseñado a respetar las opiniones ajenas y a dejar atrás el dogma que me metieron a hierro y fuego. Eso de que existen dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro, y si eres del primer bando, entonces eres mi enemigo.
No soy historiador, ni filósofo ni creador de corrientes de opinión. Apenas tengo un puñado de amigos que me leen, pero con ellos me basta. Me contento con poner un granito de arena al deber de no olvidar. No olvidar el rumor del rio donde me bañaba encuero cuando niño, ni el sabor de la guayaba o un mango bien maduro. ¿Te acuerdas, amigo, a lo que olían los trapitos de Coppelia?. Prohibido olvidar que los dos venimos de un país donde disentir significa ser un paria.
Mi querido amigo refugiado en otro país -imagino que por la misma razón que yo lo estoy en Estados Unidos: porque ya no cabíamos en la isla-, opinas que doy un enfoque sesgado a la historia en mi crónica. Me acusas de manipular la verdad, y hasta me tildas de mentiroso. ¡Cómo que he levantado el panal de tus melindres ideológicos y las avispas de tu conciencia te tienen a maltraer!. Y también me acusas de difundir “un vídeo que pretende relativizar el bloqueo como un problema ajeno a Estados Unidos”.
Muchas cosas nos separan a los cubanos hoy en dia. Como escribió en su columna de El Nuevo Herald un amigo que aprecio, y respeto por lo consecuente de su pensamiento, “convertir el diálogo en la manera de solucionar las divergencias del país” es la solución a los problemas de nuestra querida isla. Eso suena lindo, y es lo que han estado buscando los Tres Papas con sus visitas a Cuba. Pero no se puede dialogar con un sordo. Como no se puede razonar con un ególatra. Créeme amigo, el que un Papa de sonrisita tonta visite a la isla y pida mayores beneficios para la curia, y poco para los cubanos, no cambiará nada el paisaje de estos dias. Tu seguirás pidiendo permiso para entrar en tu patria, y yo seguiré añorando el olor de los trapitos de Coppelia. Mientras no termine la mentalidad de trinchera de los mandamases cubanos nunca habrá un arreglo verdadero. Esto de hoy, relaciones con los enemigos, banderas que se izan, Papas que van o vienen, y puertas que se abren o se cierran, no es más que un pacto para preparar un parto. Y, te confieso, le tengo miedo a esa criatura.
Sobre el vídeo del “bloqueo”, te recuerdo amigo, que soy un tipo POLITICAMENTE INCORRECTO, un gusano sin remedio, un Hombre Nuevo sin arreglo. Si hurgas más profundo en mi muro comprobarás esto. Por eso, cada vez que puedo, le araño la pintura al HP, aunque sea con la punta de un alfiler. ¿Sabes tú cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler? Esa pregunta se la hizo el poeta Roque Dalton y por buscar la respuesta lo mataron sus mismos compañeros de izquierda.
Pablo de Jesús
Domingo 19 de sept/2015
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